Un Voto a Dios es un Voto
Perpetuo.
Romperlo, Conlleva a
Graves Consecuencias...
"A cuya vista rasgó sus vestidos, y dijo: ¡Ay
de mí, hija mía!, tú me has engañado, y tú misma has sido engañada:
porque yo
he hecho un voto al Señor, y no podré dejar de cumplirle".
Jueces
11:35
¿Está todo en la
Biblia?
La Santísima Trinidad ¿Es abiertamente mencionada como la
Santísima Trinidad?
No, no abiertamente, está ahí pero encubiertamente*.
La
virginidad
perpetua de María ¿Es mencionada en la Biblia?
Al igual
que la Santísima Trinidad, no es abiertamente mencionada.
Aunque como la
Santísima Trinidad, podría estar mencionada encubiertamente.
Existen guías
bíblicas para que una mujer hiciera un voto de castidad, y la Santísima Virgen
María, una judía devota, sin duda conocía muy bien la escritura del Antiguo
Testamento.
*Ofrezco otros ejemplos de versículos bíblicos encubiertos aquí.
Algunos ejemplos de votos al
Señor:
Bien, ahora presentaré los versículos que se podrían
aplicar a la virginidad perpetua de una mujer.
Números 30:1-17, Refirió,
pues, Moisés a los hijos de Israel todo lo que el Señor le había
mandado; (2) Y dijo además a los príncipes de las tribus de los hijos de
Israel: Este es el mandamiento expreso del Señor: (3) si algún hombre hiciére
voto al Señor, o se obligare con juramento, no quebrantará su palabra; sino que
cumplirá todo lo prometido. (4) Si una mujer que todavía está en casa de su
padre, siendo de menor edad, hace algún voto y se obliga con juramento, si su
padre sabe el voto que hizo y el juramento con que obligó su conciencia, y
calla, queda obligada al voto; (5) y cuanto prometió y juró, tanto pondrá por
obra. (6) Pero si el padre luego que le entendió, contradijo, serán
inválidos así los votos como los juramentos: ni quedará obligada a la promesa;
porque se opuso su padre. (7) Si teniendo ya marido, hace algún voto, y saliendo
una vez de su boca la palabra ligare su conciencia con juramento, (8) en el día
en que lo hubiere oído el marido sin contradecir, quedará obligada al voto y
cumplirá todo lo prometido. (9) Pero si luego que lo entendió se opuso, e
invalidó las promesas y las palabras con que ligó ella su conciencia, el Señor
se lo perdonará. (10) La viuda y la repudiada cumplirán todos cuantos votos
hicieren. (11) La mujer casada que está en casa de su marido, y se obligare
con voto y juramento, (12) si el marido lo sabe, y calla y no se opone a la
promesa, cumplirá todo aquello que ha prometido. (13) Pero si desde luego se
opone, no le obligará la promesa; porque el marido lo contradijo, y el Señor la
dará por absuelta. (14) Si hiciere voto y se obligare con juramento a
mortificar su alma con el ayuno o con la abstinencia de otras cosas, quedará al
arbitrio del marido el que lo haga o no lo haga. (15) Mas si informado de
ello el marido, callare y difiriere su dictamen para otro día, cumplirá la mujer
todo lo que votó y prometió, ya que el marido así que lo supo, calló. (16) Pero
si se opone después de haberlo sabido, cargará con la culpa de ella. (17) Estas
son las leyes que intimó Dios a Moisés para entre el marido y la mujer, y entre
el padre y la hija que todavía es menor de edad, o que permanece en la casa
paterna.
¿Este pasaje en Números es "prueba" de la
virginidad perpetua de la Santísima Virgen María?
La Sagrada Escritura no
dice que ella hizo el voto. Sin embargo, la Sagrada Escritura tampoco dice que
ella no hizo el voto. Es completamente posible que la Santísima Virgen María
haya hecho un voto de virginidad perpetua usando los parámetros estipulados
en Números 30. Sería una herramienta poderosa para la justificación de
su virginidad perpetua. ¿Notaste que esos versículos fueron dirigidos en su
mayoría hacia las mujeres, y posiblemente para ello vírgenes?
Cada
capítulo en la Sagrada Escritura tiene su significado y Números 30 no es
excluido. Los arquetipos
del Antiguo Testamento son cumplidos por los antitipos en el Nuevo
Testamento.
He aquí un posible antitipo del Nuevo Testamento relacionado con
el arquetipo de Números 30:1-17.
Lucas 1:26-28, Estando ya Elisabeth en su
sexto mes, envió Dios al ángel Gabriel a Nazareth, ciudad de Galilea, (27)
a una virgen desposada con cierto varón de la casa de David, llamado José; y el
nombre de la virgen era María. (28) Y habiendo entrado el ángel a donde
ella estaba, le dijo: "Dios te salve, ¡oh llena de gracia!, el Señor es contigo;
bendita tú eres entre las mujeres".
EXTRACTO DE UN LIBRO APOCRIFO,
EL EVANGELIO DE LA
NATIVIDAD DE MARIA:
CAPITULO 7. Y la Virgen del Señor, a la vez que en
edad, crecía igualmente en virtud, y, según la palabra del salmista, su padre y
su madre la habían abandonado, pero Dios la había recogido. A diario, en efecto,
era visitada por los ángeles, y a diario gozaba de la visión divina, que la
libraba de todo mal, y que la hacía abundar en toda especie de bienes. Así llegó
a los catorce años, y, no solamente los malos no podían encontrar en ella nada
reprensible, sino que todos los buenos que la conocían juzgaban su vida y su
conducta dignas de admiración. Entonces el Gran
Sacerdote anunció en público que todas las vírgenes que habían sido educadas en
el templo, y que tenían catorce años, debían volver a sus hogares, y casarse,
conforme a la costumbre de su nación y a la madurez de su edad. Todas las
vírgenes obedecieron con premura esta orden. Sólo María, la Virgen del Señor,
declaró que no podía hacerlo. Como sus padres la habían consagrado primero a
Dios, y ella después había ofrendado su virginidad al Señor, no quería violar
este voto, para unirse a un hombre, fuese el que fuese. El Gran Sacerdote quedó
sumido en la mayor perplejidad. Él sabía que no era lícito violar un voto contra
el mandato de la Escritura, que dice: Haced votos, y cumplidlos. Mas, por otra
parte, no le placía introducir un uso extraño a la nación. Ordenó, pues, que, en
la fiesta próxima, se reuniesen los notables de Jerusalén y de los lugares
vecinos, por cuyo consejo podría saber cómo le convendría
obrar en una causa tan incierta. Y así se hizo, y fue común
parecer que había que consultar sobre ese punto a Dios. Y, mientras todos se
entregaban a la oración, el Gran Sacerdote avanzó para consultar al Señor, según
la costumbre. Y, a poco, una voz, que todos oyeron, salió del oráculo y del
lugar del propiciatorio. Y esa voz afirmaba que, de acuerdo con la profecía de
Isaías, debía buscarse a quien debía desposar y guardar aquella virgen. Porque
es bien sabido que Isaías vaticinó: Y saldrá una vara del tronco de Isaí, y un
vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el espíritu del Señor,
espíritu de inteligencia y de sabiduría, espíritu de fortaleza y de consejo,
espíritu de conocimiento y de temor del Altísimo. Y, conforme a esta
profecía, el Gran Sacerdote ordenó que todos los hombres de la casa y de la
familia de David, aptos para el matrimonio y no casados, llevasen cada uno su
vara al altar, y que debía ser confiada y casada la virgen con aquel cuya vara
produjera flores, y en la extremidad de cuya vara reposase el espíritu del Señor
en forma de paloma.
CAPITULO 8. Y había, entre otros, un hombre de la casa y de la familia de David, llamado José y ya avanzado en edad. Y, al paso que todos fueron ordenadamente a llevar sus varas, él omitió llevar la suya. Y, como nada apareció que correspondiese al oráculo divino, el Gran Sacerdote pensó que había que consultar de nuevo al Señor. El cual respondió que, de todos los que habían sido designados, sólo el que no había llevado su vara, era aquel con quien debía casarse la Virgen. José fue así descubierto. Y, cuando hubo llevado su vara, y en su extremidad reposó una paloma venida del cielo, todos convinieron en que a él le pertenecía el derecho de desposar con María. Y, una vez celebrados los desposorios, se retiró a Bethlehem, su patria, para disponer su casa, y preparar todo lo necesario para las nupcias. Cuanto a María, la Virgen del Señor, volvió a Galilea, a casa de sus padres, con otras siete vírgenes de su edad y educadas con ella, que le había dado el Gran Sacerdote.
CHAPTER 9. Y, en aquellos días, es decir, desde los primeros tiempos de su llegada a Galilea, el ángel Gabriel fue enviado a ella por Dios, para anunciarle que concebiría al Señor, y para exponerle la manera y el orden según el cual las cosas pasarían. Y, entrando en su casa, inundando con gran luz la habitación en que se encontraba, y saludándola muy graciosamente, le dijo: Salve María, virgen muy agradable a Dios, virgen llena de gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres, bendita eres por encima de todos los hombres que hasta el presente han nacido. Y María, que conocía ya bien las fisonomías angélicas, y que estaba habituada a recibir la luz celeste, no se amedrentó ante la visión del enviado divino, ni quedó estupefacta ante aquella luz. Unicamente la palabra del ángel la turbó en extremo. Y se puso a reflexionar sobre lo que podía significar una salutación tan insólita, sobre lo que presagiaba, sobre el fin que tenía. Y el ángel divinamente inspirado previno estas dudas, diciéndole: No temas, María, que mi salutación oculte algo contrario a tu castidad. Has encontrado gracia ante el Señor, por haber escogido el camino de la pureza, y, permaneciendo virgen, concebirás sin pecado, y parirás un hijo. Y él será grande, porque dominará de un mar a otro, y hasta las extremidades de la tierra. Y será llamado hijo del Altísimo, porque, naciendo en la humildad, reinará en las alturas de los cielos. Y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, y prevalecerá eternamente en la casa de Jacob, y su poder no tendrá fin. Es, en efecto, rey de reyes y señor de los señores, y su trono durará por los siglos de los siglos. Y, a estas palabras del ángel, la Virgen, no por incredulidad, sino por no saber la manera como el misterio se cumpliría, repuso: ¿Cómo eso ha de ocurrir? Puesto que, según mi voto, no conozco varón, ¿cómo podré dar a luz, a pesar de ello? Y el ángel le dijo: No pienses, María, que concebirás al modo humano. Sin unión con hombre alguno, virgen concebirás, virgen parirás, virgen amamantarás. Porque el Espíritu Santo descenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra contra todos los ardores de la pasión. El que de ti saldrá, por cuanto ha de nacer sin pecado, será el único santo y el único merecedor del nombre de hijo de Dios. Entonces, María, con las manos extendidas y los ojos elevados al cielo, dijo: He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra.
CHAPTER 10. Habiendo ido José de Judea a Galilea, tenía la intención de tomar por esposa a la virgen que le había sido confiada. Porque, desde el día de los desposorios, habían transcurrido ya tres meses, y había comenzado el cuarto. Y, en el intervalo, el vientre de la Virgen se había hinchado, hasta el punto de manifestar su embarazo, cosa que no pudo escapar a José, quien, según la costumbre de los desposados, entraba más libremente a ver a María, y conversaba más familiarmente con ella, por lo que descubrió su estado. Y comenzó a agitarse y a turbarse, ignorando lo que le sería preferible hacer. Como hombre justo, no quería entregarla, y, como hombre piadoso, no quería infamarla, haciendo recaer sobre ella sospecha de fornicación. Pensó, pues, en disolver secretamente su matrimonio, y en devolverla secretamente. Y, estando en estas cavilaciones, he aquí que un ángel del Señor le apareció en sueños, y le dijo: José, hijo de David, no temas, ni imagines que hay en la virgen nada de vergonzoso, porque lo que ha nacido en ella, y que hoy angustia tu corazón, no es obra de un hombre, sino del Espíritu Santo. Entre todas las mujeres, sólo ella, permaneciendo virgen, traerá el hijo de Dios al mundo, Y darás a este hijo el nombre de Jesús, es decir, Salvador, porque salvará a su pueblo de sus pecados. Y José, conforme a la orden del ángel, tomó a María por esposa. Mas no la conoció, sino que la guardó en castidad. Y, llegado el final del noveno mes del embarazo, José, tomando consigo a la Virgen y a las demás cosas que le eran necesarias, partió para la ciudad de Bethlehem, de donde era oriundo. Y sucedió que, durante su estancia en aquel lugar, sobrevino el tiempo del parto de María, la cual trajo al mundo, como los evangelistas nos han enseñado, a su hijo primogénito, Nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina, con el Padre y con el Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos.
Sabiendo muy bien que "El Evangelio de la Natividad de María" no
es escritura inspirada, por ello no deja de ser interesante el leerlo. Los
evangelios apócrifos fueron rechazados por la Iglesia Católica por una u
otra razón, conteniendo la razon verdad en
ella.
Aclaración:
1. Dios eligió a María para ser la madre de Su
Hijo.
2. Por medio de Su arcángel Gabriel, ella es elogiada tres veces
precisamente al decir "Salve María,
virgen llena de gracia,
el Señor es contigo, bendita eres
entre todas las mujeres".
3. En Lucas 1:28, ella es elogiada
tres veces por ser "Llena de gracia, "el Señor es contigo" y "bendita eres entre
todas
las mujeres".
4. Un voto de virginidad perpetua
a Dios por una mujer joven como lo documenta Números
30, posiblemente
la califica para recibir esos
tres elogios.
5. El cielo es un estado perfecto de ser. No hay mancilla
de pecado en el cielo.
6. Es difícil creer que el Hijo de Dios pudiera
descender de un ambiente celestial tan perfecto a morar durante nueve
meses
en un ambiente humano imperfecto.
7.
Dios no eligió para madre de Su Hijo solamente a cualquier mujer. Es por ello
que seleccionó a María, una virgen
pura y casta, pues
Dios y el pecado son mutuamente excluibles.
8. San José, cuando supo de
su embarazo, se sintió conmocionado hasta que el ángel de Dios le explicó en un
sueño que
fue un acto del poder del Espíritu Santo.
9. La Sagrada Escritura no dice que María tuvo otros hijos, como algunos quisieran que
creyéramos.
La evidencia circunstancial presentada aquí sugiere
mayormente que la Santísima Virgen María de hecho tomó el voto.