El Sacrificio de la Misa
la Forma más Elevada de Oración...



"Pues desde el orto del sol hasta el ocaso,
es grande mi Nombre entre las naciones;
y en todo lugar se ofrece a mi Nombre incienso y ofrenda pura.
Pues grande es mi Nombre entre las naciones,
dice Yahvé de los ejércitos
."
Malaquías 1:11


Esta es claramente una profecía de la Misa que celebramos ahora.
En cada lugar hay sacrificio, pues la Iglesia Católica es verdaderamente universal.
Cada minuto de cada día, en alguna parte del mundo
una «Oblación Pura» es ofrecida al Dios de los ejércitos.
Esta «Oblación Pura» es la Sagrada Eucaristía,
el verdadero cuerpo y sangre, alma y divinidad de nuestro Señor Jesucristo.

Esta profecía es cabalmente cumplida por la Iglesia Católica.

La Misa es la forma de oración más elevada que puede ser ofrecida a Dios.
Es la fuente, el centro y la cumbre de la Iglesia Católica.


Sacrificio, el acto supremo de adoración: Heb 9:11-14,10:1-10



El Cordero a sacrificar en la Escritura...

"
Tomó Abraham la leña del holocausto, la cargó sobre su hijo Isaac.
...dijo Isaac a su padre Abraham,... «¿dónde está el cordero para el holocausto?» Dijo Abraham «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío»..." Génesis 22:6-13
Esto es una prefiguración del "Cordero de Dios", Jesucristo.
La madera cargada sobre Isaac, prefigura la Cruz cargada por Jesús.
Dios proveyó un carnero en el versículo 13 para la ofrenda en holocausto.
"
Levantó Abraham los ojos, miró y vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos.
Fue Abraham, tomó el carnero, y lo sacrificó en holocausto en lugar de su hijo".

Los cuernos del carnero trabados en el zarzal representan la corona de espinas.
Dios salvó al hijo de Abraham, pero no salvaría a Su propio Hijo.

Llamó Moisés a todos los ancianos de Israel y les dijo: «Buscad y tomaos corderos para vuestras familias, e inmolad la pascua. Luego tomad un manojo de hisopo, mojadlo en la sangre que está en el tazón, y rociad el dintel y los dos postes con la sangre del tazón; ...Pues pasará Yahvé y herirá a los egipcios, mas al ver la sangre en el dintel y en los dos postes Yahvé pasará de largo por aquella puerta, y no permitirá que el exterminador entre en vuestras casas para herir".
Éxodo 12:21-23
La sangre del cordero sacrificado salvó al pueblo elegido de Dios. Mas tarde, la sangre del Cordero, Jesucristo, salvará a aquellos que elijan a Dios.

"Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»".

Juan 1:29

"Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios»".
Juan Bautista dijo esto a los dos primeros discípulos de Cristo, Andrés y Juan.
Juan 1:35-39

"
Fue maltratado, y se humilló, sin decir palabra; como cordero que es llevado al matadero; como oveja que calla ante sus esquiladores, así Él no abre la boca. .
Isaías 53:7, Hechos 8:32

"Y él cargando con su cruz, (¿se acuerdan de Isaac?) salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota".
Juan 19:17

"Entonces lo crucificaron." Marcos 15:24. Dios no salvó a su propio Hijo.
"...
sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua."
Juan 19:34
La sangre del Cordero (de Dios) que redimió al mundo.

"...fuísteis redimidos no con cosas corruptibles, plata u oro, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de cordero sin tacha y sin mancha".

1 Pedro 1:18-19
La sangre del Cordero de Dios nos redimió a todos.

"
Y vi, que en medio del trono y de los cuatro vivientes y de los ancianos, estaba de pie un Cordero como degollado..."
Apocalipsis 5:6

"Después de esto miré y había una gran muchedumbre, que nadie podría contar, de entre todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, que estaban de pie ante el trono y ante el Cordero, vestidos de túnicas blancas, con palmas en sus manos".
Apocalipsis 7:9


El Sacrificio de la Misa:

¿Por qué algunos creen que Cristo es sacrificado de nuevo en cada Misa, cuando la Escritura evidentemente pronuncia que fue sacrificado en el Calvario de una vez para siempre?
Hebreos 10:10
Muchos no se dan cuenta de ello, pero Cristo mismo ofreció la primera Misa en la última cena cuando Él se ofrendó(sacrificó) a sí mismo de una forma no sangrienta a Su Padre, esto es, bajo la forma de pan y vino en anticipación a Su sacrificio sangriento en la cruz que sería ofrecido al día siguiente.
En la Misa, Cristo continúa ofrendándose a Su Padre, mediante las manos del sacerdote.
"Mientras comían, pues, ellos, tomando Jesús pan y habiendo bendecido, partió y dió a los discípulos, diciendo: «Tomad, comed, éste es el cuerpo mío.» Y tomándo un cáliz, y habiendo dado gracias, dió a ellos diciendo: «Bebed de ella todos, porque ésta es la sangre mía de la Alianza, la cual por muchos se derrama para remisión de pecados." Mateo 26:26-28.
Cristo ordenó a su Iglesia perpetuar ese ritual de sacrificio por la santificación continua de Sus seguidores, diciendo,
"haced esto en recuerdo mío
" Lucas 22:19.
La Iglesia Católica cumple con Su mandato en la Misa. La Misa es una re-proclamación del único sacrificio de nuestro Señor en el Calvario. Es el mismo sacrificio, ningún otro, Heb 10:12.
Nosotros, vivimos en el tiempo, y nos pudiera parecer que este sacrificio fue consumado hace 2000 años. Dios es, fuera del tiempo y del espacio.
A los ojos de Dios, todo es ahora, y así en cada Misa, somos llevados a aquél sacrificio como si estuviera sucediendo en este mismo instante.
La Iglesia Católica enseña que el sacrificio en la Cruz fue un sacrificio del Cordero de Dios completo y perfecto, ofrecido una vez.
San Pablo sostiene el testimonio de que el rito del sacrificio que Cristo instituyó en la última cena ha de ser perpetuado, y que no solamente es importante para la santificación de la criatura, sino que es el factor principal en su redención final.
En 1Cor 11:23-26, San Pablo nos expresa como en la última cena nuestro Señor dijo:
"Porque cuantas veces comáis este pan y bebáis el cáliz, anunciad la muerte del Señor hasta que Él venga".

Mientras se fracciona el Pan, decimos dos veces, "Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros" y una tercera vez, "Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, danos la paz."
Por lo tanto, en cada Misa, los fieles tienen la oportunidad de adorar a Dios con este sacrificio perfecto, absorbiendo más la gracia salvadora y santificante de Cristo en el Calvario. Esta gracia es infinita, y los fieles deben continuamente crecer más y más en ella. La Misa se ofrece constantemente porque nuestra capacidad de recibir es imperfecta.
Finalmente, el santo sacrificio de la Misa, consuma la profecía del Antiguo Testamento:
"Pues desde el orto del sol hasta el ocaso, es grande mi Nombre entre las naciones;
y en todo lugar se ofrece a mi Nombre incienso y ofrenda pura.
Pues grande es mi Nombre entre las naciones, dice Yahvé de los ejércitos".
(Mal 1:11).
El sacrificio de la Misa es ofrecido cada día en todo el mundo, y en cada Misa se ofrece la única y verdadera oblación pura, que es, Cristo mismo; de este modo, la Misa es la consumación perfecta de ésta profecía.

Prefiguraciones del sacrificio de la Misa:
Gén 14:18,22:9-14, Ex 16:4,13-36, Num 11:6-9, Deut 8:3-16, Jos 5:12, Nem 9:15-20, Sab 16:20, Psa 78:24,105:40, Isa 55:10, Dan 12:11, Mal 1:11, Jn Cap. 6, Heb 9:4, Apoc 2:17

La Misa:
Mt 26:26-28, Lc 22:19, Hech 2:42,20:7, 1Cor 10:16,11:17-34, Heb Cap. 7-10, 1Ped 2:5, Apoc 8:1-5

Su Sacrificio fue único y por todos:
Heb 9:22-28,10:10-14



¿Qué tienen que decir los Padres de la Iglesia acerca de la Misa?


La Didaché, ó Enseñanza de los Doce Apóstoles, 70 D.C.
14:1, "En el día del Señor reuníos y romped el pan y haced la Eucaristía, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro".


San Ireneo, Contra los Herejes, 180 D.C.
4:17:5, Él enseñó el nuevo sacrificio del Nuevo Testamento, del que habló Malaquías, uno de los doce profetas, y su significado, "...Porque desde el oriente hasta el occidente mi nombre es glorificado en las naciones, y en todas partes se ofrece a mi nombre incienso y un sacrificio puro
"


San Ireneo, Contra los Herejes, 180 D.C.
4:18:2, "No se condena, pues, el sacrificio en sí mismo: antes hubo oblación, y ahora la hay; el pueblo ofrecía sacrificios y la Iglesia los ofrece; pero ha cambiado la especie, porque ya no los ofrecen siervos, sino libres"
.


San Cipriano de Cártago, Carta a Cecil, 253 D.C.
63:4, "Vemos el misterio (sacramentum) del sacrificio del Señor prefigurado en el sacerdote Melquisedec, según el testimonio de la Escritura cuando dice: «Y Melquisedec, rey de Salem, ofreció pan y vino», siendo sacerdote del Dios altísimo, (Gén 14, 18)
"


San Ambrosio de Milán, Comentarios sobre los Salmos de David, 381 D.C.
38:25, Vimos al Príncipe de los Sacerdotes venir hacia nosotros, lo vimos y lo escuchamos ofreciendo Su sangre por nosotros. Proseguimos, siendo sacerdotes, tanto como nos es posible; y ofrecemos el sacrificio a favor de la gente. Y aunque fuera poco nuestro mérito, de cualquier forma, en el sacrificio, somos honorables. Porque aunque Cristo no sea visto como el que ahora ofrece el sacrificio, no obstante es Él mismo quien se ofrece en el sacrificio aquí en la tierra cuando el Cuerpo de Cristo es ofrecido. Verdaderamente, para ofrecerse Él mismo, Él es hecho visible en nosotros, Él que con Su palabra santifica el sacrificio que es ofrecido.

- Traducción de la versión en inglés -


San Gregorio Nacianceno, Carta a Amfiloquio, 383 D.C.
171, No ceses de orar y rogar por mí cuando hagas descender La Palabra con tu palabra, cuando en un corte no sangriento fragmentas el Cuerpo y la Sangre del Señor, usando por espada tu voz.

- Traducción de la versión en inglés -


San Juan Crisóstomo, El Sacerdocio, 386 D.C.
3:4:177,
Cuando contemplas al Señor sacrificado y puesto sobre el altar, y al sacerdote que ora y asiste al sacrificio, y a todos los presentes bañados con la púrpura de aquella sangre preciosísima, ¿acaso piensas que estás aún entre los hombres y que pisas la tierra?, ¿no te sientes más bien trasladado a los Cielos donde, desterrado de tu alma todo pensamiento carnal, miras con alma desnuda y mente pura las realidades mismas de la gloria?


San Juan Crisóstomo, Homilías sobre la Epístola a los Romanos, 391 D.C.
8:8, Reverencia, por ende, ¡reverencia a ésta mesa! de la que todos somos comunicantes, Cristo, inmolado por nosotros, sobre ella dispuesto, la Víctima Sacrificada.

- Traducción de la versión en inglés -


San Juan Crisóstomo, Homilías sobre la primera Epístola a los Corintios, 392 D.C.
24:1:3, Él dice, "No enrojezcan la plataforma de ídolos con la matanza de bestias mudas, sino Mi altar de sacrificio con Mi sangre". ¿Qué es más asombroso que esto? ¿Qué suplica es dicha más tierna y amorosamente?

- Traducción de la versión en inglés -


San Agustín de Hipona, Carta a Bonifacio, 408 D.C.
98:9, Así como el Sacramento del Cuerpo de Cristo, no obstante, en cierta forma es el Cuerpo de Cristo, y el Sacramento de la Sangre de Cristo es la Sangre de Cristo, igualmente el Sacramento de fe, es fe. Sin embargo, creer, es nada más que tener fe.

- Traducción de la versión en inglés -


San Agustín de Hipona, La Ciudad de Dios, 420 D.C.
10:20, Cristo es ambos el sacerdote ofreciéndose a Sí mismo, y Él mismo la víctima. Él tuvo a bien que el signo sacramental de esto fuera el sacrificio diario de la Iglesia.

- Traducción de la versión en inglés -


San Gregorio Magno, Diálogos, 593 D.C.
4:60, Él ha resucitado de entre los muertos y no morirá más, y la muerte no tendrá más, dominio sobre Él, porque Él vive inmortal e incorruptiblemente en Él mismo, es inmolado nuevamente por nosotros en este misterio de la oblación sagrada. Puesto que Su cuerpo es consumido ahí, Su carne es distribuida entre la gente hasta la salvación, Su sangre es vaciada no más por las manos de los infieles, sino en la boca de los fieles. Pensemos, entonces, sobre lo que éste sacrificio significa para nosotros, pues está en representación constante del sufrimiento del único Hijo engendrado, para el bien de nuestro perdón.

- Traducción de la versión en inglés -




El Concilio de Trento (1545-1563) definió la Misa...

Sesión XXII Siendo esta la sexta bajo el Soberano Pontífice Pío IV, celebrada el 17 de Septiembre de 1562
.

DOCTRINA ACERCA DEL SANTISIMO SACRIFICIO DE LA MISA.

El sacrosanto, ecuménico y universal Concilio de Trento, legítimamente reunido en el Espíritu Santo, presidiendo en él los mismos legados de la Sede Apostólica, a fin de que la antigua, absoluta y de todo punto perfecta fe y doctrina acerca del grande misterio de la Eucaristía, se mantenga en la santa Iglesia Católica y, rechazados los errores y herejías, se conserve en su pureza; enseñado por la ilustración del Espíritu Santo, enseña, declara y manda que sea predicado a los pueblos acerca de aquélla, en cuanto es verdadero y singular sacrificio, lo que sigue:


CAPITULO I

De la institución del sacrosanto sacrificio de la Misa. Como quiera que en el primer Testamento, según testimonio del Apóstol Pablo, a causa de la impotencia del sacerdocio levítico no se daba la consumación, fue necesario, por disponerlo así Dios, Padre de las misericordias, que surgiera otro sacerdote según el orden de Melquisedec, nuestro Señor Jesucristo, que pudiera consumar y llevar a perfección a todos los que habían de ser santificados. Así, pues, el Dios y Señor nuestro, aunque había de ofrecerse una sola vez a sí mismo a Dios Padre en el altar de la cruz, con la interposición de la muerte, a fin de realizar para ellos la eterna redención; como, sin embargo, no había de extinguirse su sacerdocio por la muerte, en la última Cena, la noche que era entregado, para dejar a su esposa amada, la Iglesia, un sacrificio visible, como exige la naturaleza de los hombres, por el que se representara aquel suyo sangriento que había una sola vez de consumarse en la cruz, y su memoria permaneciera hasta el fin de los siglos, y su eficacia saludable se aplicara para la remisión de los pecados que diariamente cometemos, declarándose a sí mismo constituído para siempre sacerdote según el orden de Melquisedec, ofreció a Dios Padre su cuerpo y su sangre bajo las especies de pan y de vino y bajo los símbolos de esas mismas cosas, los entregó, para que los tomaran, a sus Apóstoles, a quienes entonces constituía sacerdotes del Nuevo Testamento, y a ellos y a sus sucesores en el sacerdocio, les mandó con estas palabras: Haced esto en memoria mía, etc. que los ofrecieran. Así lo entendió y enseñó siempre la Iglesia. Porque celebrada la antigua Pascua, que la muchedumbre de los hijos de Israel inmolaba en memoria de la salida de Egipto, instituyó una Pascua nueva, que era Él mismo, que había de ser inmolado por la Iglesia por ministerio de los sacerdotes bajo signos visibles, en memoria de su tránsito de este mundo al Padre, cuando nos redimió por el derramamiento de su sangre, y nos arrancó del poder de las tinieblas y nos trasladó a su reino.

Y esta es ciertamente aquella oblación pura, que no puede mancharse por indignidad o malicia alguna de los oferentes, que el Señor predijo por Malaquías había de ofrecerse en todo lugar, pura, a su nombre, que había de ser grande entre las naciones, y a la que no oscuramente alude el Apóstol Pablo escribiendo a los corintios, cuando dice, que no es posible que aquellos que están manchados por la participación de la mesa de los demonios, entren a la parte en la mesa del Señor, entendiendo en ambos pasos por mesa el altar. Esta es, en fin, aquella que estaba figurada por las varias semejanzas de los sacrificios, en el tiempo de la naturaleza y de la ley, pues abraza los bienes todos por aquéllos significados, como la consumación y perfección de todos.

CAPITULO II

El sacrificio visible es propiciatorio por los vivos y por los difuntos. Y porque en este divino sacrificio, que en la Misa se realiza, se contiene e incruentamente se inmola aquel mismo Cristo que una sola vez se ofreció El mismo cruentamente en el altar de la cruz; enseña el santo Concilio que este sacrificio es verdaderamente propiciatorio, y que por él se cumple que, si con corazón verdadero y recta fe, con temor y reverencia, contritos y penitentes nos acercamos a Dios, conseguimos misericordia y hallamos gracia en el auxilio oportuno. Pues aplacado el Señor por la oblación de este sacrificio, concediendo la gracia y el don de la penitencia, perdona los crímenes y pecados, por grandes que sean. Una sola y la misma es, en efecto, la víctima, y el que ahora se ofrece por el ministerio de los sacerdotes, es el mismo que entonces se ofreció a sí mismo en la cruz, siendo sólo distinta la manera de ofrecerse. Los frutos de esta oblación suya (de la cruenta, decimos), ubérrimamente se perciben por medio de esta incruenta: tan lejos está que a aquélla se menoscabe por ésta en manera alguna. Por eso, no sólo se ofrece legítimamente, conforme a la tradición de los Apóstoles, por los pecados, penas, satisfacciones y otras necesidades de los fieles vivos, sino también por los difuntos en Cristo, no purgados todavía plenamente.
CHAPTER III

De las Misas en honor de los Santos. Y si bien es cierto que la Iglesia a veces acostumbra celebrar algunas Misas en honor y memoria de los Santos; sin embargo, no enseña que a ellos se ofrezca el sacrificio, sino a Dios solo que los ha coronado. De ahí que “tampoco el sacerdote suele decir: Te ofrezco a ti el sacrificio, Pedro y Pablo”, sino que, dando gracias a Dios por las victorias de ellos, implora su patrocinio, para que aquellos se dignen interceder por nosotros en el cielo, cuya memoria celebramos en la tierra [Misal].

CAPITULO IV

Del Canon de la Misa.
Y puesto que las cosas santas santamente conviene que sean administradas. y este sacrificio es la más santa de todas; a fin de que digna y reverentemente fuera ofrecido y recibido, la Iglesia Católica instituyó muchos siglos antes el sagrado Canon, de tal suerte puro de todo error, que nada se contiene en él que no sepa sobremanera a cierta santidad y piedad y no levante a Dios la mente de los que ofrecen. Consta él, en efecto, ora de las palabras mismas del Señor, ora de tradiciones de los Apóstoles, y también de piadosas instituciones de santos Pontífices.
CAPITULO V

De las ceremonias solemnes del sacrificio de la Misa.
Y como la naturaleza humana es tal que sin los apoyos externos no puede fácilmente levantarse a la meditación de las cosas divinas, por eso la piadosa madre Iglesia instituyó determinados ritos, como, por ejemplo, que unos pasos se pronuncien en la Misa en voz baja, y otros en voz algo más elevada; e igualmente empleó ceremonias, como misteriosas bendiciones, luces, inciensos, vestiduras y muchas otras cosas a este tenor, tomadas de la disciplina y tradición apostólica, con el fin de encarecer la majestad de tan grande sacrificio y excitar las mentes de los fieles, por estos signos visibles de religión y piedad, a la contemplación de las altísimas realidades que en este sacrificio están ocultas.
CAPITULO VI

De la misa en que sólo comulga el sacerdote.
Desearía ciertamente el sacrosanto Concilio que en cada una de las Misas comulgaran los fieles asistentes, no sólo por espiritual afecto, sino también por la recepción sacramental de la Eucaristía, a fin de que llegara más abundante a ellos el fruto de este sacrificio; sin embargo, si no siempre eso sucede, tampoco condena como privadas e ilícitas las Misas en que sólo el sacerdote comulga sacramentalmente, sino que las aprueba y hasta las recomienda, como quiera que también esas Misas deben ser consideradas como verdaderamente públicas, parte porque en ellas comulga el pueblo espiritualmente, y parte porque se celebran por público ministro de la Iglesia, no sólo para sí, sino para todos los fieles que pertenecen al Cuerpo de Cristo.
CAPITULO VII

Del agua que ha de mezclarse al vino en el cáliz que debe ser ofrecido.
Avisa seguidamente el santo Concilio que la Iglesia ha preceptuado a sus sacerdotes que mezclen agua en el vino en el cáliz que debe ser ofrecido, ora porque así se cree haberlo hecho Cristo Señor, ora también porque de su costado salió agua juntamente con sangre, misterio que se recuerda con esta mixtión. Y como en el Apocalipsis del bienaventurado Juan los pueblos son llamados aguas, [así] se representa la unión del mismo pueblo fiel con su cabeza Cristo.
CAPITULO VIII

Que de ordinario no debe celebrarse la Misa en lengua vulgar y que sus misterios han de explicarse al pueblo.
Aun cuando la Misa contiene una grande instrucción del pueblo fiel; no ha parecido, sin embargo, a los Padres que conviniera celebrarla de ordinario en lengua vulgar. Por eso, mantenido en todas partes el rito antiguo de cada Iglesia y aprobado por la Santa Iglesia Romana, madre y maestra de todas las Iglesias, a fin de que las ovejas de Cristo no sufran hambre ni los pequeñuelos pidan pan y no haya quien se lo parta, manda el santo Concilio a los pastores y a cada uno de los que tienen cura de almas, que frecuentemente, durante la celebración de las Misas, por si o por otro, expongan algo de lo que en la Misa se lee, y entre otras cosas, declaren algún misterio de este santísimo sacrificio, señaladamente los domingos y días festivos.
CAPITULO IX

Prolegómeno de los cánones siguientes. Mas, porque contra esta antigua fe, fundada en el sacrosanto Evangelio, en las tradiciones de los Apóstoles y en la doctrina de los Santos Padres, se han diseminado en este tiempo muchos errores, y muchas cosas por muchos se enseñan y disputan, el sacrosanto Concilio, después de muchas y graves deliberaciones habidas maduramente sobre estas materias, por unánime consentimiento de todos los Padres, determinó condenar y eliminar de la santa Iglesia, por medio de los cánones que siguen, cuanto se opone a esta fe purísima y sagrada doctrina.




Colores en la Liturgia de la Misa...

Blanco: Símbolo de inocencia y triunfo, es usado en todas las fiestas de los misterios gozosos y gloriosos de la vida de nuestro Señor Jesucristo, como en la Navidad, la Pascua y en las fiestas de nuestra Santísima Madre.

Rojo: Color de la sangre, usado en las fiestas de la cruz de nuestro Señor y su pasión, en las fiestas de los Apóstoles y mártires, en Pentecostés y en las misas del Espíritu Santo.

Púrpura: Símbolo de penitencia y expiación, es usado durante la temporada de penitencia de Adviento, Septuagésima, y Cuaresma.

Verde: Color del florecer y la vegetación viviente, es el símbolo de la esperanza. Es usado en los domingos después de la Epifanía y Pentecostés.

Rosa Viejo: Permitido en lugar del púrpura en el tercer domingo de Adviento, y en el cuarto domingo de Cuaresma.

Dorado: Permitido en lugar de las vestiduras de color blanco, rojo, y verde.

Negro: Color de la muerte y duelo, usado para los servicios del viernes Santo y las misas de los fieles fallecidos.




Vasijas en la Misa...

Cáliz: Copa de metal precioso, del cual la parte interna debe ser de oro ó dorada, usado para contener la preciosa Sangre.

Patena: Platillo pequeño de metal precioso para poner la Hostia Sagrada.

Copón: Vaso de metal precioso con una cubierta del mismo material para poner las hostias consagradas.

Purificador: Paño de lino pequeño empleado para limpiar el cáliz. También lo usa el sacerdote para limpiarse los dedos.

Corporal: Lienzo de lino acomodado por el sacerdote sobre el altar para colocar el cáliz y la patena.

Palia: Pequeño cuadrado de lino almidonado para cubrir el cáliz.

Velo del Cáliz: Lienzo del mismo color que la casulla que cubre el cáliz y la patena antes del ofertorio y después de la comunión.

Bolsa: Cuadrado plano de tela, del mismo color que la casulla. Se coloca sobre el velo que cubre el cáliz.

Bolsa de Corporales: Bolsa cuadrada de tela para transportar el corporal en un servicio de comunión.




Vestimentas de la Misa...

Amito: Lienzo cuadrado de lino blanco que cubre el cuello y cae sobre los hombros y la espalda.

Alba: Vestidura larga hasta los pies que va sobre el hábito y el amito.

Cíngulo: Cordón usado por encima del alba.

Manípulo: Ornamento sagrado de seda sujetado a la manga izquierda del alba.

Estola: Banda larga que se lleva sobre el alba a la altura del cuello.

Casulla: Vestidura exterior que va sobre las otras y cambia de color según el tiempo litúrgico.

Dalmática: Túnica con mangas usada por los Diáconos en vez de Casulla.


Para más información por favor lean los escritos que acompañan a este documento,
"El Misterio de la Sagrada Eucaristía", y "La Verdadera Presencia de Jesucristo en la Eucaristía".



©
Escrito y Documentado por Bob Stanley, 3 de Diciembre, 1998
Actualizado el 17 de Octubre, 2004.


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