Fuera de la Iglesia Católica
¡ No Hay Salvación !

Habrá escuchado que la Iglesia Católica es prefigurada por el Arca de Noé.
Nadie fuera del arca se salvó del diluvio, solo aquellas ocho personas dentro del arca fueron salvadas: Noé, su esposa sus tres hijos y las esposas de sus tres hijos... Génesis 6-8.
"A los que se resistieron a creer cuando Dios esperaba pacientemente, en los días en que Noé construía el arca. En ella, unos pocos –ocho en total– se salvaron a través del agua. Todo esto es figura del bautismo, por el que ahora ustedes son salvados..."
1Pet 3:20-21.
Ahora tenemos la nueva Arca de Noé, la Iglesia Católica...
y una controversia...


Del Concilio de Florencia-Basel-Ferrara llevado a cabo en los años 1431-1445, nos viene el siguiente decreto:

(El Concilio) "Firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia Católica, no sólo paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse participe de la vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está aparejado para el diablo y sus ángeles, a no ser que antes de su muerte se uniere con ella; y que es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia, que sólo a quienes en él permanecen les aprovechan para su salvación los sacramentos y producen premios eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana. Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia Católica".


La primera impresión que uno recibiría de este decreto que suena bastante áspero, es que la Iglesia ha dicho, que si usted no es un Católico, usted no tendrá ninguna salvación. Si esta es la conclusión a la cual usted ha llegado, entonces por favor permítame tratar de hacer una aclaración. ¿Qué sucede con las almas que nunca han escuchado de DIOS o son ignorantes de los mandamientos? ¿Automáticamente todos ellos son condenados? No, no lo son. ¿Qué sucede con las almas que están aisladas de la civilización y el Evangelio no les ha sido predicado? ¿Son ellos condenados, sin tener culpa propia, de algo que no tenían ningún control? Desde luego que no, ya que tenemos un DIOS misericordioso que nos ama y quiere la salvación para toda la gente.
Esto es mostrado en la Sagrada Escritura...


Romanos 2:14-15, "En efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón."
Todos nosotros
hemos tenido las Leyes de DIOS escritas en nuestros corazones, y son por lo tanto eligibles para la salvación. Si los incultos siguen las leyes infundidas por DIOS, ellos verán la salvación.


En cuanto a nuestros hermanos Protestantes y hermanas, ¿son condenados ellos también? No, ellos no lo son.
La llave a esta declaración del Concilio que deja perplejo (a unos) está en el tener un Bautismo válido.


Independientemente de que los Católicos y los no-Católicos lo comprendan o no, alguien Bautizado por la Iglesia Católica, o Bautizado válidamente por el método regular aprobado por la Iglesia por una denominación sancionada como no-Católica, o por individuos que tienen la intención de hacer lo que la Iglesia hace, es Bautizado en la Iglesia Católica, o si usted prefiere, la Iglesia que Jesucristo fundó en Mateo 16:18. Lo que esto quiere decir, es que, todos aquellos que efectúan los requerimientos para el Bautismo mencionados anteriormente, están unidos a la Iglesia Católica, y por lo tanto, no están fuera de la Iglesia Católica, como lo dice el Concilio. Esto cubre la mayoría de las denominaciones protestantes, pues la mayor parte de ellas, mas no todas, están sancionadas por la Iglesia.



Lamentablemente, hay unos cuantos que se llaman Católicos, que toman la frase, "No hay salvación fuera de la Iglesia Católica", como 'una verdad' sin molestarse en averiguar el verdadero significado de lo que el Concilio de Florencia decretó. Otra vez, las palabras son sacadas de contexto, y así, su interpretación es errónea.



El Concilio Vaticano II
explicó lo que he tratado de mostrarle anteriormente. No es una contradicción del Concilio de Florencia, sino meramente una redefinición del decreto. Tendrá que recordar que los tiempos, las condiciones y el lenguaje cambian.


Ahora el verdadero significado,
"Fuera de la Iglesia Católica, no hay Salvación", es,
' si usted comprende que la Iglesia Católica es la Iglesia Verdadera, y si usted rechaza unirse a ella, entonces usted ha rechazado la verdad de la Iglesia. Al rechazar la Iglesia, usted rechaza a Jesucristo que la fundó '. Por lo tanto usted está... ' Fuera de la Iglesia Católica y no hay ninguna salvación '.

Ver Hebreos 6:4-8



He aquí lo que el Concilio Vaticano II dijo en referencia a este tema...
Un extracto de Lumen Gentium...

La Constitución Dogmática de la Iglesia del Concilio Vaticano Segundo

14. El sagrado Concilio pone ante todo su atención en los fieles católicos y enseña, fundado en la Escritura y en la Tradición, que esta Iglesia peregrina es necesaria para la Salvación. Pues solamente Cristo es el Mediador y el camino de la salvación, presente a nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia, y El, inculcando con palabras concretas la necesidad de la fe y del bautismo (cf. Mc., 16,16; Jn., 3,5), confirmó a un tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que los hombres entran por el bautismo como puerta obligada. Por lo cual no podrían salvarse quienes, sabiendo que la Iglesia católica fue instituida por Jesucristo como necesaria, rehusaran entrar o no quisieran permanecer en ella. A la sociedad de la Iglesia se incorporan plenamente los que, poseyendo el Espíritu de Cristo, reciben íntegramente sus disposiciones y todos los medios de salvación depositados en ella, y se unen por los vínculos de la profesión de la fe, de los sacramentos, del régimen eclesiástico y de la comunión, a su organización visible con Cristo, que la dirige por medio del Sumo Pontífice y de los Obispos. Sin embargo, no alcanza la salvación, aunque esté incorporado a la Iglesia, quien no perseverando en la caridad permanece en el seno de la Iglesia "en cuerpo", pero no "en corazón". No olviden, con todo, [12] los hijos de la Iglesia que su excelsa condición no deben atribuirla a sus propios méritos, sino a una gracia especial de Cristo: y si no responden a ella con el pensamiento, las palabras y las obras, lejos de salvarse, serán juzgados con mayor severidad. [ 13] Los catecúmenos que, por la moción del Espíritu Santo, solicitan con voluntad expresa ser incorporados a la Iglesia, se unen a ella por este mismo deseo; y la madre Iglesia los abraza ya amorosa y solícitamente como a hijos.


15. La Iglesia se siente unida por varios vínculos con todos lo que se honran con el nombre de cristianos, por estar bautizados, aunque no profesan íntegramente la fe, o no conservan la unidad de comunión bajo el Sucesor de Pedro. [14] Pues conservan la Sagrada Escritura como norma de fe y de vida, y manifiestan celo apostólico, creen con amor en Dios Padre todopoderoso, y en el hijo de Dios Salvador, [15] están marcados con el bautismo, con el que se unen a Cristo, e incluso reconocen y reciben en sus propias Iglesias o comunidades eclesiales otros sacramentos. Muchos de ellos tienen episcopado, celebran la sagrada Eucaristía y fomentan la piedad hacia la Virgen Madre de Dios. [16] Hay que contar también la comunión de oraciones y de otros beneficios espirituales; más aún, cierta unión en el Espíritu Santo, puesto que también obra en ellos su virtud santificante por medio de dones y de gracias, y a algunos de ellos les dio la fortaleza del martirio. De esta forma el Espíritu promueve en todos los discípulos de Cristo el deseo y la colaboración para que todos se unan en paz en un rebaño y bajo un solo Pastor, como Cristo determinó. [17] Para cuya consecución la madre Iglesia no cesa de orar, de esperar y de trabajar, y exhorta a todos sus hijos a la santificación y renovación para que la señal de Cristo resplandezca con mayores claridades sobre el rostro de la Iglesia.



16. Por fin, los que todavía no recibieron el Evangelio, están ordenados al Pueblo de Dios por varias razones. [18] En primer lugar, por cierto, aquel pueblo a quien se confiaron las alianzas y las promesas y del que nació Cristo según la carne (cf. Rom., 9,4-5); pueblo, según la elección, amadísimo a causa de los padres; porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables (cf. Rom., 11,28-29). Pero el designio de salvación abarca también a aquellos que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que confesando profesar la fe de Abraham adoran con nosotros a un solo Dios, misericordiosos, que ha de juzgar a los hombres en el último día. Este mismo Dios tampoco está lejos de otros que entre sombras e imágenes buscan al Dios desconocido, puesto que les da a todos la vida, la inspiración y todas las cosas (cf. Act., 17,25-28), y el Salvador quiere que todos los hombres se salven (cf. 1 Tim., 2,4). Pues los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, y buscan con sinceridad a Dios, y se esfuerzan bajo el influjo de la gracia en cumplir con las obras de su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna..[19] La divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a los que sin culpa por su parte no llegaron todavía a un claro conocimiento de Dios y, sin embargo, se esfuerzan, ayudados por la gracia divina, en conseguir una vida recta. La Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero, que entre ellos se da, como preparación evangélica [20] y dado por quien ilumina a todos los hombres, para que al fin tenga la vida. pero con demasiada frecuencia los hombres, engañados por el maligno, se hicieron necios en sus razonamientos y trocaron la verdad de Dios por la mentira sirviendo a la criatura en lugar del Criador (cf. Rom., 1,24-25), o viviendo y muriendo sin Dios en este mundo están expuestos a una horrible desesperación. Por lo cual la Iglesia, recordando el mandato del Señor: "Predicad el Evangelio a toda criatura (cf. Mc., 16,16), fomenta encarecidamente las misiones para promover la gloria de Dios y la salvación de todos.

12. Cfr. Pius IX, Bulla Ineffabilis, 8 dec. 1854: Acta Pii IX, 1, I, p. 616; Denz. 1641 (2803).

13. Cfr. Pius XII, Const. Apost. Munificentissimus, 1 nov. 1950: AAS 42 (1950); Denz. 2333 (3903). Cfr. S. Io. Damascenus, Enc. in dorm. Dei genitricis, Hom. 2 et 3: PG 96, 721-761, speciatim col. 728 B. - S. Germanus Constantinop., In S. Dei gen. dorm. Serm. 1: PG 98 (6), 340-348; Serm. 3: col. 361. - S. Modestus Hier., In dorm. SS. Deiparae: PG 86 (2), 3277-3312.

14. Cfr. Pius XII, Litt. Encycl. Ad coeli Reginam, 11 oct. 1954: AAS 46 (1954), PP. 633-636; Denz. 3913. SS. Cfr. S. Andreas Cret., Hom. 3 in dorm. SS. Deiparae: PG 97, 1089-1109. - S. Io. Damascenus, De fide orth., IV, 14: PG 94, 1153-1161.

15. Cfr. Kleutgen, textus reformatus De mysterio Verbi incarnati, cap. IV: Mansi 53, 290. Cfr. S. Andreas Cret., In nat. Mariae, sermo 4: PG 97, 865 A. - S. Germanus Constantinop., In annunt. Deiparae: PG 98, 321 BC. In dorm. Deiparae, III: col. 361 D.S. Io. Damascenus, In dorm. B. V. Mariae, Hom. 1, 8: PG 96, 712 BC - 713 A.


16. Cfr. Leo XIII, Litt. Encycl. Adiutricem populi, 5 sept. 1895: ASS 15 (1895-96), P. 303. - S. PiUS X, Litt. Encycl. Ad diem illum, 2 febr. 1904: Acta, I, p. 154; Denz. 1978 a (3370). - Pius XI, Litt. Encycl. Miserentissimus, 8 maii 1928: AAS 20 (1928) P. 178. Pius XII, Nuntius Radioph., 13 maii 1946: AAS 38 (1946) P. 266.

17. S. Ambrosius, Epist. 63: PL 16, 1218.

18. S. Ambrosius, Expos. Lc. II, 7: PL 15, 1555.

19. Cfr. Ps.-Petrus Dam., Serm. 63: PL 144, 861 AB. - Godefridus a S. Victore. In nat. B. M., Ms. Paris, Mazarine, 1002, fol. 109 r. - Gerhohus Reich., De gloria et honore Filii hominis, 10: PL 194,1105AB.

20. S. Ambrosius, l. c. et Expos. Lc. X, 24-25: PL 15, 1810. - S. Augustinus, In lo. Tr. 13, 12: PL 35, 1499. Cfr. Serm. 191, 2, 3: PL 38, 1010; etc. Cfr. etiam Ven. Beda, In Lc. Expos. I, cap. 2: PL 92, 330. - Isaac de Stella, Serm. 51: PL 194, 1863 A.



Referencia en el Catecismo de la Iglesia Católica, CIC 845-848



Compilado por Bob Stanley, 15 de Junio, 1999


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