¡No hay nada nuevo bajo el
sol!
¿Cuál es el sentido de la vida?
En el segundo siglo un anciano le preguntó a San
Justino, "¿Qué buscas?"
San Justino respondió con
una famosa pregunta, "¿Cuál es el sentido de la
vida?"
El anciano contestó, "Busca la
Cristiandad".
La ciencia nunca podrá decir por qué estamos aquí, sin embargo, la
Sagrada Escritura tiene la respuesta...
"¿Qué provecho saca el hombre de todo el trabajo con
que se afana debajo del sol? Una generación se va y otra generación viene, mas
la tierra es siempre la misma. El sol se levanta, el sol se pone, y camina
presuroso hacia su lugar, donde nace (de nuevo). El viento se dirige
hacia el mediodía, declina luego hacia el norte; gira y gira sin cesar el
viento, y así retorna girando. Todos los ríos van al mar, y el mar nunca se
llena; al lugar de donde los ríos vienen, allá vuelven para correr de nuevo.
Todas las cosas son afanes, más de cuanto se puede decir. Los ojos nunca se
hartan de ver, ni los oídos se llenan de oír. Lo que fué, eso será; lo que se
hizo, lo mismo se hará; nada hay de nuevo bajo el sol.
Si hay una cosa de que dicen: « Mira, esto es nuevo », también ésa existió ya en
los tiempos que nos precedieron. No queda memoria de las cosas pasadas, ni
recuerdo de las futuras entre los que han de venir".
Eclesiastés 1:3-15.
Todas las cosas tienen su tiempo, todo lo que pasa
debajo del sol tiene su hora.
Hay tiempo de nace, y tiempo de
morir;
tiempo de planta, y tiempo de arrancar lo plantado;
tiempo de
matar, y tiempo de curar;
tiempo de derruir, y tiempo de edificar;
tiempo
de llorar, y tiempo de reír;
tiempo de entregarse al luto, y tiempo de
darse a la danza;
tiempo de desparramar las piedras, y tiempo de
recogerlas;
tiempo de abrazar, y tiempo de dejar los abrazos;
tiempo de
buscar, y tiempo de perder;
tiempo de guardar, y tiempo de tirar;
tiempo
de rasgar, y tiempo de coser;
tiempo de callar, y tiempo de hablar;
tiempo
de amar, y tiempo de aborrecer;
tiempo de guerra, y tiempo de
paz.
Eclesiastés 3:1-8
Dios ha escrito en nuestros corazones una especial
hambre de Él y nadie nunca podrá satisfacer esa hambre excepto Dios mismo. Esa
es el verdadero sentido de la vida.
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